viernes, 1 de febrero de 2008

Romanticismo español





ROMANTICISMO

En el Romanticismo abruman las tinieblas. "Romanticismo" es un grito desgarrador que anuncia al mundo la libertad a cualquier precio. Después de la caída de Napoleón, el Romanticismo es una vía de escape para los jóvenes revolucionarios.
* El arte deja de regirse por la doctrina del Clasicismo. Se abandonan definitivamente los preceptos de Neoclasicismo.
* El objetivo principal del arte no es la belleza, sino la expresión y sentimientos que pueden abrir horizontes mucho más amplios.
* Emerge un deseo de que aparezca lo nuevo, insólito, oculto, reprimido, en una palabra, lo sublime, lo que está más allá del límite. Esta ansiedad provoca mucho más placer estético que la belleza.
* Prima la subjetividad en detrimento de lo objetivo. Por medio del arte se intenta expresar el mundo interior del artista, aunque para ello haya que recurrir a mundos oscuros, penumbras o sueños.
* Cobra importancia el tema de la magnitud. Se siente el mundo como algo inabarcable a lo que el hombre es incapaz de llegar. Esto genera un sentimiento de inferioridad y una angustia ante las fuerzas incontrolables de la Naturaleza.
* Impera la Historia Nacional. En el Romanticismo se alza el orgullo de las lenguas locales, las raíces profundas de los pueblos natales. Se buscan los orígenes remotos de lo primigenio.
* Amor a la Edad Media y sus valores: ruralización, feudalismo y por lo general, todo aquello que rechazaba el racionalismo ilustrado.
* Hay un vivencia especial y profunda de la religión.
* Se impone el gusto por lo exótico. Se valora lo distinto, de ahí que la mirada se fije profundamente en mundos orientales.

Las ideas del romanticismo llegaron lentamente a España por diversos caminos: los viajeros, los exiliados, traducción de libros y noticias al castellano de obras románticas importantes como las de Rousseau, Chateaubriand, Voltaire, Hugo, Dumas, Sand o Sue entre otros franceses; Young, Richardson, Ossian, Byron, Scott, etc. entre los ingleses; y entre los alemanes, Böhl sde Faber difundió las ideas románticas de Schlegel sobre el teatro. Se tradujo a Goethe (Werther, Fausto), a Schiller, Hoffmann; Manzoni entre los italianos; Cooper e Irving entre los norteamericanos, etc.


Temas y rasgos románticos
Los románticos españoles expresaron su visión del mundo a través de unos cuantos temas que coinciden básicamente con los del romanticiso europeo. Los adaptaron a la idiosincrasia del país.
La literatura romántica es en gran parte histórica. Se interesó por la historia nacional como fuente de inspiración, a diferencia de los clasicistas. Dentro del medievalismo triunfante reviste importancia el mundo árabe, oriental. El orientalismo de los románticos europeos cobra en España un matiz patriótico pues el mundo árabe era parte de nuestra historia.
El amor fue uno de los valores clave para nuestros románticos. No el amor racional y sometido al control de lo conveniente, sino un amor desatado, furioso y ciego, que tiene poco que ver con la realidad y que se ha convertido en un fenómeno subjetivo, de carácter posesivo y neurótico. Este sentimiento se reviste del tono sentimental o del pasional. El primero es una actitud melancólica, de tristeza íntima, de ensueño irrealizable del alma tímida del poeta frente a una amada imposible. El amor surge de repente y se plantea en términos de todo o nada. Rompe las convenciones sociales en nombre de la libertad de amar. Suele acompañarlo la muerte trágica. También, si no acaba trágicamente, le sucede el desengaño, la desilusión, la ironía romántica o el cinismo.
La mujer es vista como un "ángel de amor", inocente, hermosa, fuente de ilusiones para el corazón del hombre, a quien lleva a cimas de felicidad y virtud, como la Teresa de Espronceda. Es el ideal femenino. Pero también puede ser el polo opuesto, un demonio, perversa, criminal y vengativa, que arrastra a la muerte y a la destrucción. La mujer, además, es víctima de los rigores del amor y de la sociedad y, entonces, emerge la mujer que lucha por su felicidad, que junta su destino al hombre frente al padre (doña Inés), y la que venga sus agravios.
La religión se presenta a los románticos como sentimiento o como institución. En el primer caso se trata de un Dios inconcreto y universal, espíritu del universo. No parece haber entre los románticos españoles profundidad y sinceridad en su deísmo, y sí, sin embargo, abundantes dudas.
Aparece la rebeldía frente a Dios, que ha hecho al hombre tan desgraciado, y, en consecuencia, la reivindicación de Satanás. El satanismo encontró eco en El diablo mundo de Espronceda y en Don Juan Tenorio, de Zorrilla y en Don Álvaro de Rivas.
Como institución, la Iglesia suscitó el anticlericalismo en muchas obras, como en "El moro expósito" de Rivas; o los curas degenerados de "El diablo mundo". Por ello escritores como Larra proponen desfanatizar la religión, reducirla al ámbito de la conciencia inividual e instaurar la libertad de cultos.
Como lado positivo, se descubrió la belleza del arte cristiano: templos medievales, tradiciones marianas, etc. Zorrilla despertó viejos milagros, leyendas populares, devotas creencias, etc.
La vida fue para los románticos no un bien, sino un mal. Almas atormentadas en busca de un ideal inalcanzable, la inadaptación y la soledad son sus compañeras. El pesimismo lo envuelve todo:
"Y encontré mi ilusión desvanecida
y eterno e insaciable mi deseo:
palpé la realidad y odié la vida.
Sólo en la paz de los sepulcros creo."

(Espronceda, "A Jarifa en una orgía")

El Color local.
En su búsqueda del hombre concreto, del individuo, de sus circunstancias, los románticos conceden gran importancia al entorno. Por eso cuidan los fondos escenográficos, el lugar de la acción, el ambiente. Se ha llamado a esto color local, el gusto por lo particular frente al univresalismo clasicista.
La naturaleza se prefiere salvaje, agreste. No el jardín sino el bosque peligroso, que acaba triunfando sobre el hombre y sus obras. Se prefiere la noche, la primavera y el otoño, porque buscan la correspondencia entre los estados emocionales y el paisaje. Así, la noche puede presidir el amor con la luna como confidente, o poblarse de fantasmas, espectros y ladridos de perro buscando el efecto terrorífico y sobrenatural. La primavera simboliza el amor y la gloria, mientras que el otoño sugiere el desengaño y la derrota.
En las ciudades se revaloriza lo humilde y sencillo y el arte medieval árabe o gótico. Por eso se escogen ciudades artísticas cargadas de historia y tradición como Toledo o Granada, o se muestra la ermita abandonada, el campo sencillo, el pueblo derruido rodeado de silvestres florecillas.

La Fantasía
El desencanto, la angustia existencial se produce porque la realidad no llega jamás a conformarse con la imaginación. Lo misterioso y lo sobrenatural,confusos lugares, límites indefinibles entre lo creíble y lo increíble.
El héroe romántico responde a la configuración byroniana: apasionado, orgulloso, enamorado, perseguido por la fatalidad, escéptico, caballeroso y noble. Don Álvaro es el modelo.
El antihéroe romántico es taimado y cruel; insensible, frío y calculador. Puede ser representante de una autoridad inflexible y ciega, como el padre que marca el destino de su hija.

YO, El subjetivismo
El rasgo distintivo del movimiento romántico es su arraigo en lo subjetivo. El centro, el principio de organización es el sujeto, concebido como Yo individual. Y la función del romanticismo en la formación de la cultura burguesa fue representar la subjetividad como Yo individual, de forma que los lectores interpretaran su existencia inmediata desde el punto de vista de un esquema que distingue al sujeto que percibe y desea del mundo físico y social que lo rodea, esto es, el Yo frente al no-Yo. Yo soy el sujeto individual y desde este punto de vista hay que considerar el mundo, por lo que tuvo este movimiento un carácter profundamente introspectivo.

RIMAS de Gustavo Adolfo Bécquer

RIMA I
Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.

Yo quisiera escribirle, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar, que no hay cifra
capaz de encerrarle; y apenas, ¡oh, hermosa!,
si, teniendo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oído, cantártelo a solas.

RIMA LXXIII
Cerraron sus ojos
que aún tenía abiertos,
taparon su cara
con un blanco lienzo,
y unos sollozando,
otros en silencio,
de la triste alcoba
todos se salieron.

La luz que en un vaso
ardía en el suelo,
al muro arrojaba
la sombra del lecho;
y entre aquella sombra
veíase a intérvalos
dibujarse rígida
la forma del cuerpo.

Despertaba el día,
y, a su albor primero,
con sus mil rüidos
despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
de vida y misterio,
de luz y tinieblas,
yo pensé un momento:
—¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!

De la casa, en hombros,
lleváronla al templo
y en una capilla
dejaron el féretro.
Allí rodearon
sus pálidos restos
de amarillas velas
y de paños negros.

Al dar de las Ánimas
el toque postrero,
acabó una vieja
sus últimos rezos,
cruzó la ancha nave,
las puertas gimieron,
y el santo recinto
quedóse desierto.

De un reloj se oía
compasado el péndulo,
y de algunos cirios
el chisporroteo.
Tan medroso y triste,
tan oscuro y yerto
todo se encontraba
que pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!

De la alta campana
la lengua de hierro
le dio volteando
su adiós lastimero.
El luto en las ropas,
amigos y deudos
cruzaron en fila
formando el cortejo.

Del último asilo,
oscuro y estrecho,
abrió la piqueta
el nicho a un extremo.
Allí la acostaron,
tapiáronle luego,
y con un saludo
despidióse el duelo.

La piqueta al hombro
el sepulturero,
cantando entre dientes,
se perdió a lo lejos.
La noche se entraba,
el sol se había puesto:
perdido en las sombras
yo pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!

En las largas noches
del helado invierno,
cuando las maderas
crujir hace el viento
y azota los vidrios
el fuerte aguacero,
de la pobre niña
a veces me acuerdo.

Allí cae la lluvia
con un son eterno;
allí la combate
el soplo del cierzo.
Del húmedo muro
tendida en el hueco,
¡acaso de frío
se hielan sus huesos...!

¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es sin espíritu,
podredumbre y cieno?
No sé; pero hay algo
que explicar no puedo,
algo que repugna
aunque es fuerza hacerlo,
el dejar tan tristes,
tan solos los muertos.

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